EL EFECTO MOZART


INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES EL EFECTO MOZART?

Se conoce como “efecto Mozart” a la hipótesis que plantea que la escucha de la música de este autor austriaco por parte de bebés y niños (e incluso adultos según algunos) aumenta la capacidad cognitiva de la persona en cuestión. Este fenómeno ha sido rechazado en diversas ocasiones por la comunidad científica y tachado de estafa, sin embargo, sigue creando controversia aún hoy en día.


DESCRIPCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS

ALFRED TOMATIS

Alfred Tomatis fue un médico (otorrinolaringólogo) e investigador francés que publicó el libro Pourquoi Mozart, basado en su propio método, el cual dio origen al término “efecto Mozart”.



Acabada la Segunda Guerra Mundial, Tomatis es nombrado médico especialista de los Arsenales Aeronáuticos, encargado de evaluar la pérdida de audición de los obreros que están expuestos al ruido de los motores de los aviones. Observa entonces la diferencia entre la “audición” y la “escucha”, que principalmente consiste en la atención prestada a la hora de recibir el sonido. Desarrolla entonces, en 1957, “Las Leyes de Tomatis”: 
  • La voz reproduce únicamente lo que el oído escucha. 
  • Si esta escucha se modifica, entonces también se modifica la voz de forma inmediata e inconsciente. 
  • Se puede transformar la voz de forma permanente como efecto de la estimulación sonora longeva en el tiempo.

Durante las décadas siguientes escribe diversos libros en los que plasma sus observaciones y pensamientos. Entre estos se encuentran: L’oreille et le langage (1963), L’Oreille et la vie (1977), L’Oreille et la voix (1987), Les Troubles scolaires (1988), Neuf mois au Paradis (1989), Pourquoi Mozart? (1991). Estos fueron fuertemente criticados por parte de sus homólogos científicos debido a que numerosas de sus intuiciones y especulaciones acerca del efecto de la audición en el cerebro no pudieron ser demostrados científicamente. 

Según defiende Tomatis, la escucha de música de Mozart y otros compositores clásicos provoca cambios positivos en el desarrollo del habla y del lenguaje. 


FRANCES RAUSCHER

En 1993, dos años después de la publicación del libro de Tomatis, se realizó un estudio en la Universidad de California dirigido por la psicóloga Frances Rauscher, Music and Spatial Task Performance, con la finalidad de comprobar la veracidad de lo expuesto por Tomatis. 

Este experimento se desarrolló sobre tres grupos de estudiantes de 36 alumnos por cada grupo, los cuales debían completar una serie de tareas. A un grupo no se les dijo nada, otro fue dado instrucciones de relajación antes de comenzar la prueba, y el tercero escuchó la sonata para dos pianos en re mayor KV 448/375a. Los investigadores encontraron que los alumnos que habían escuchado a Mozart obtuvieron puntuaciones más altas que los alumnos de los demás grupos. 

Los estudiantes lograban gracias a esta experiencia musical un mejor razonamiento espacio-temporal, pero que únicamente permanecía durante 10 minutos. Los propios autores ya señalaron que ello no se traducía en un incremento del coeficiente intelectual. 

GORDON SHAW

Este neurobiólogo, junto con la psicóloga anterior, fue uno de los líderes de la experiencia científica previamente desarrollada. Gordon Shaw defendió el “efecto Mozart”, que estipulaba, a principios de los años 90, que la actividad musical reforzaba las vías neuronales implicadas en las habilidades espacio-temporales de la corteza cerebral y que la escucha de música parecía activar varias áreas cerebrales. 

 Dos años después de la publicación de este estudio, Rauscher y Shaw nuevamente diseñaban un experimento con el objetivo de ratificar los resultados obtenidos en su estudio previo. 79 alumnos fueron sometidos a la prueba, que nuevamente parecía indicar que la escucha de Mozart era beneficiosa. 

En 1999, el doctor Shaw usó imágenes obtenidas por Resonancia Magnética para crear mapas de la actividad del cerebro en su respuesta a diferentes tipos de música. Solo Mozart parecía activar áreas del cerebro con un importante papel en el razonamiento espacial. 

Ambos investigadores, Rauscher y Shaw realizaron diversas otras publicaciones en las que se afirmaba la veracidad del “efecto Mozart”, y la mejora cognitiva que suponía el escuchar a este autor en especial y a músicos clásicos.

DIVULGACIÓN DEL FENÓMENO

REVISTA NATURE

En 1993, la revista “Nature” publicaba los resultados del estudio realizado por la universidad de California en 1991 sobre el razonamiento espacial. A partir de entonces, toda una corriente pseudocientífica inundó las publicaciones y artículos periodísticos, en los que, algunos con fin comercial, se pretendía defender y dar más credibilidad al “efecto Mozart”.

Tuvo un fuerte impacto entre la población estadounidense este estudio: 
  • Florida creó una ley que exigía que en las escuelas estatales se escuchara música a diario. 
  • El gobernador de Georgia dio un presupuesto de 105,000 dólares anuales para que cada niño que naciera tuviera un disco de música clásica. 
  • Un considerable número de empresas lanzaron productos relacionados con la música y dirigidos hacia los niños cuyo fin era el de aumentar su desarrollo cognitivo en sus primeros años de vida.

DON CAMPBELL

Finalmente, el escritor Don Campbell publicaba en 1997 el libro titulado El efecto Mozart, el cual terminó de dar crédito a la ola de revuelo social encendido en torno a la publicación de Nature.


LOS RESULTADOS

INVESTIGACIONES A FAVOR Y EN CONTRA

Algunas de las experiencias científicas más destacables que se desarrollaron en los años posteriores, la década de los 2000, son las siguientes: 
  • En 2007, un informe del gobierno alemán estudió la relación entre la música y la inteligencia. La conclusión de este estudio fue contundente: escuchar a Mozart o cualquier otro tipo de música no eleva la inteligencia. 
  • En 2010, psicólogos de la Universidad de Viena revisaron en torno a 40 estudios en los que habían estado implicadas unas 3000 personas. Los resultados sobre el razonamiento espacial de la sonata K. 448 no se podían replicar y tampoco se podía afirmar que esta mejorase el rendimiento intelectual. 
  • En 2013, el biólogo Nicholas Spitzer, de la Universidad de California, a raíz de su propia interpretación de un estudio, cuestionó la existencia del “efecto Mozart”.

Estos y otros muchos estudios ratificando la falta de veracidad del estudio de 1993 fueron publicados en rigurosas revistas científicas entre las que se encuentran Science y la que antes publicaba el estudio de Rauscher y Shaw, Nature.

En 2001, la revista Journal of The Royal Society of Medicine publicaba un escrito del doctor J. S. Jenkins, donde se afirmaba que el “Efecto Mozart” sí existía pero era necesario estudiarlo en más profundidad. Este estudio también mencionaba que hubo cierta mejoría en personas con epilepsia, aunque no se podía afirmar que tuviesen relación con las composiciones de Mozart.

CONCLUSIÓN Y OPINIÓN PERSONAL

La fiabilidad de la existencia del “efecto Mozart”, como se puede comprobar, aún hoy sigue siendo efecto de debate y controversia. A pesar de los muchos estudios y de la insistencia por parte de un amplio número de investigadores pertenecientes a la comunidad científica de desmentir y desechar la teoría del “efecto Mozart”, este es todavía un tema sin resolver y calar en la sociedad. 

En los años 90 fue el boom de este fenómeno social. Las compañías de discos vieron la oportunidad de obtener un beneficio y la aprovecharon sacando discos de Mozart vendiendo el supuesto “efecto Mozart”.

Entre la población occidental, se tiene la creencia popular de que la música clásica, en especial la de Mozart, eleva el intelecto de los niños pequeños. De hecho, incluso aparece en alguna película de animación como Los increíbles. En una escena de esta película en la que hablan la madre y la niñera del bebé por teléfono, esta última tranquiliza a la anterior diciéndole que le pondrá a Jack Jack (el bebé) temas de Mozart para que se tranquilice. 



A este beneficio comercial se le une el carácter pseudocientífico que engloba a todos los estudios relacionados con este tema. La interpretación dudosa y los resultados basados en experimentos con un número de sujetos relativamente bajo comparado con otros sí contrastados deberían hacernos al menos sospechar de la fiabilidad del “efecto Mozart”. 

La creencia en la pseudociencia y en teorías no del todo sustentadas por la comunidad científica no solo se aprovechan de gente mal informada, ignorante o desesperada, sino que también deslegitiman todo el trabajo científico-experimental. A otro nivel de esta problemática, encontramos estafas como las del terraplanismo, los anti-vacunas o terapias secundarias contra el cáncer. Por supuesto estos son incomparables con el “efecto Mozart”. Sin embargo, la desconfianza en hechos probados y científicos es peligrosa y perjudicial.

BIBLIOGRAFÍA 


  

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